domingo, 9 de enero de 2011

Aquellos ojos verdes

No se terminaba de creer aquello que le contaron nada más volver, aquel lugar en el que tan buenos ratos había pasado estaba habitado por ser que ella tanto conocía y que a la vez tantas veces había aterrorizado a la ciudad. Un torrente de recuerdos le venían a la cabeza, sin escuchar aquello que le decía su compañera. Por un lado, no podía dejarlo solo y por otro debía de comprobar aquello que le contaban para por fin terminarse de creer que era cierto.
A la mañana siguiente, con las primeras luces del alba se puso en camino. No era la casa que ella recordaba, la suciedad y la vegetación se había adueñado de la fachada. Se acerco a la entrada notando como la madera crujía a cada paso bajo sus pies. Al entrar en el vestíbulo, el aspecto no era mucho mejor que el de la fachada. Parecía como si una ventisca hubiera estado allí dentro dejando cualquier objeto por los suelos. En aquel momento empezó a pensar que tal vez no era tan buena idea.
El silencio era tal que le asustaba, además tenía la sensación de que alguien o algo la estaba observando desde el momento en el que puso un pie en el aquella casa. Intento apartar el miedo de su cabeza y se encaminó a buscarlo. Miro en cada habitación del piso inferior, pero allí no había nadie. A cada paso que subía por las escaleras la inseguridad y su intuición le decían que diera la vuelta, pero debía encontrarlo para sacarlo de aquella pesadilla.
Al entrar en una de las primeras habitaciones del piso de arriba un ruido le alerto. Asustada se asomo a la puerta y lo vio, vio algo que exactamente no podría describir nunca. Agachado en frente de la escalera, allí estaba.
Dio un paso, y en ese momento la criatura se giró a la vez que un escalofrió le recorrió todo el cuerpo. En ese momento su instinto lo dijo que solo hiciera una cosa, correr, correr en la dirección contraria por aquel pasillo que en una ocasión había sido el lugar de su primer encuentro. Correr y huir de aquello que la asustaba como nunca antes nada lo había hecho.
Entró en la que sabía que era la última habitación de la casa, conociendo su destino, conociendo que era la presa de quien en algún momento había amado. Y lo vio, seguía sin conocer lo que era pero sí supo quien era justo en el momento en el que aparecieron aquellos ojos verdes en los que tantas veces se había querido hundir y de los que ahora no podía escapar.

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