miércoles, 18 de agosto de 2010

Vuelta a la aburrida rutina de la ciudad

  Ya en un abrir y cerrad de ojos estamos de nuevo a menos de un mes para volver al calvario que puede llegar a ser el último año de instituto. Un verano de lo más rutinario de no ser por un pequeño gran paréntesis esta primera quincena de Agosto.
  Ya hace media semana que finalizó esa aventura llamada Cammino della Luce. Todo empezó un 31 de julio con unas 23 horas encerrados en el poco espacio que puede proporcionarnos un autocar. Tras conseguir sobrevivir llegamos a Asís más o menos cuerdos. Este sería el pistoletazo de salida de 15 días de conocimiento de la Italia profunda.
  Días de sufrimiento, de ampollas, de dormir entre ronquidos y en una esterilla que dejaba la espalda peor que antes de acostarse. Pero también de grandes momentos. Momentos de chistes interminables, de carreras de fórmula 1, de fiestas por aquellos pueblos desconocidos hasta el momento, pero en los que se quedo parte de nosotros, pero sobre todo, momentos de compañerismo. Días en los que he podido aprender de nuevo lo que es el espíritu de superación y lo fácil que es avanzar cuando estas rodeado de personas que te apoyan en cada paso hacia la meta.
  Ha sido ese ambiente familiar que se ha vivido lo que ha hecho tan especial esta experiencia. Durante estos días, ha dejado de importar el individuo propio para convertirnos en un grupo en el que no importaba el lugar de procedencia, ya que todos caminábamos bajo una misma bandera que debía de llegar a Roma.
  Llegar a Roma, ese objetivo que todos teníamos en mente y se convirtió en uno de esos momentos que se recordaran siempre. Faltan palabras para describir lo que significó encontrarse tras 9 días de peregrinaje con la plaza de San Pedro debajo de nuestros pies, la euforia que sentimos cada uno de nosotros en ese momento único que aunque se vuelva de nuevo a aquel lugar ya no será lo mismo.
  Después de esta meta conseguida, no había acabado aun la cosa. Nos quedaba por visitar la ciudad de los emperadores y dejarnos envolver por toda aquella historia escrita en piedra a través de los siglos. Ciudad para disfrutar siempre en aquella compañía que no se perdió en ningún momento.
  Que no se perdió hasta el momento de la despedida, con la esperanza de volver a ver a todas aquellas personas que en tan poco tiempo pasaron a formar parte de nuestra familia.
  Familia que ahora ya cada uno en nuestras casas, se añora y se echa de menos ese camino que nos lleno de experiencia a cada uno de nosotros, con la esperanza de que algún día no muy lejano se vuelvan a cruzar de nuevo nuestros caminos en algún lugar.

Solo añadir otra cosa: Mercedarios, ¿cual es vuestro oficio?